domingo, 18 de marzo de 2012

Entrevista a los directores de El Polonio en el diario El País de Montevideo.


Sábado Show
Paraíso perdido
El Festival de Cine de Punta del Este exhibió El Polonio, un documental argentino que mira el lado más oscuro del balneario. Aquí una entrevista con sus directores.

Por: Mariángel Solomita

En una playa vacía de Cabo Polonio una ballena está encallada. A su alrededor deben haberse reunido los pobladores del lugar, sesenta humanos, noventa perros y cuatro cineastas argentinos que están rodando una película; un documental en el que esa ballena encallada se parece demasiado a los hombres que eligieron vivir entre esas aguas todo el año.

Daiana Rosenfeld y Aníbal Garisto estudiaron cine. Ya habían estado en El Polonio. Una de esas veces Rosenfeld fue turista y visitante: se quedó cuatro meses. Así empezó a fijarse en las caras repetidas, las que agradecían la llegada del verano y sus extraños y las que no. Estuvo presente mientras el balneario volvía a quedarse solo y además del paraíso mostraba ese otro lado inhóspito de tormentas, frío, viento, ladridos y quejidos de lobos marinos, que para sus habitantes es un escape en busca de calma.

"Encontramos un lugar más interesante, que tenía que ver con algunas historias particulares. El pueblo es completamente heterogéneo, nadie nació en El Polonio, la gente que llegó y se estableció vino buscando algo. Si bien son muy distintos tienen en común esa necesidad de buscar allí un refugio", explica.

El Polonio se estrenó a fines de 2011 en el Festival de Cine de Mar del Plata y en diciembre en salas comerciales de su país. La semana pasada participó del Festival de Cine de Punta del Este, y se exhibirá en los próximos meses en la Cinemateca Uruguaya.

Se realizó con el apoyo económico del Instituto de Cine Argentino y logístico del Instituto de Cine de Uruguay. A nivel local se le facilitó a los realizadores un lugar con energía eléctrica donde poder alojarse y cargar baterías, chequear el sonido.

"No hubo una producción común", dice Garisto, "nosotros hacíamos lo mismo que los protagonistas, si había que caminar 10 kilómetros salíamos todo el equipo, nosotros dos, el fotógrafo y el sonidista. Fue una convivencia completa durante seis semanas." "Si bien nos fijábamos días libres, era imposible, siempre surgía qué filmar. Un día salí a caminar sola y me encontré con que había ballenas. Filmamos más de sesenta horas", cuenta Rosenfeld.

A Natalia la conoció un verano. Trabajaba en un hostel y no recibía con alegría a los turistas. Natalia vivía en Solymar y tuvo una bebé que murió. Un verano llegó de vacaciones y no se fue más. Por eso dice ante cámaras que ahí no hay pobladores, hay pacientes, que El Polonio es un nosocomio. "Teníamos muchos pre-conceptos que se fueron destruyendo mientras íbamos viviéndola ahí. Lo que nos interesó de Naty es que se quedó para curarse. Creo que esto fue lo positivo que rescatamos en esto de ver a El Polonio como un refugio". La directora explica que llegaron al rodaje con una idea precisa de qué filmar y cómo, sabían que no tendría música, que el sonido sería el del lugar y que no habría intervención de su parte, sólo intenciones. Pudieron conocer a los personajes que aparecen ante cámara conviviendo con ellos, antes de rodar y durante el rodaje. "Nos integramos a sus vidas. Nunca fue `nos juntamos a hacer una entrevista`. Queríamos involucrarnos y la intimidad la logramos estando ahí. La pasamos muy bien y sentimos lo que ellos sintieron, el encierro de la tormenta, la soledad extrema en el invierno y el aluvión de turistas en verano."

IMAGINANDO BUENAS. Natalia es al documental un tipo de hilo narrativo, pero tratado con una sutileza que la pone en otro lugar, como si fuera la imagen que le devuelve el espejo a estos pobladores. La constancia de que se está allí esperando algo mejor pero cargando con un hecho del pasado. El Polonio es un punto de inflexión en esas vidas y los directores deciden mostrar ese mano a mano. De un lado Natalia, del otro, y junto a ella, la naturaleza. Por eso se la retrata con planos generales y muchas veces distantes, dejándola pequeña en la inmensidad del paisaje. "Hay un contrapunto muy fuerte que se ve en la película al basarnos en ese personaje, que tiene que ver con contar el conflicto y el mundo interno de una persona y la naturaleza. No es la historia de Naty, es la historia de el lugar por eso la película se llama El Polonio y no Naty, ¿no? Creo que hay un contraste y un complemento muy fuerte en su historia y cómo influye en ella, y cómo influye en ella el lugar. Está retratada la belleza del lugar pero desde una visión inquietante. Estuvimos dos años montando el documental justamente porque buscábamos juegos simbólicos, hallar en imágenes esa relación entre lo que le está pasando a ella y lo que está pasando en el lugar."

Se realizó una sola entrevista y es la que da inicio a la película. Esta decisión fue una de las dudas más grandes en la sala de edición. "Era una película aparte, duró tres horas. Dudamos mucho en dejarla. Tuvimos que resignar mucho material, muchos planos espectaculares, escenas que nos llevaron días de rodaje porque no queríamos caer en banalidades. Fue difícil elegir qué era lo iba con la película y qué no. En el proceso llamamos a colegas documentalistas para que nos dieran su opinión porque sentíamos que estábamos muy pegados a ella."

La cinta se toma su tiempo. Avanza moviéndose de lo particular a lo general, sin estancarse en la subjetividad de su protagonista, colocándola como un camino para comprender al resto de los personajes. Los realizadores proponen pequeños momentos en apariencia insignificantes, hasta deliberadamente repetitivos, que funcionan como pistas para armar la forma de vida de estos habitantes, y sobre todo su psicología. Por ejemplo en su relacionamiento con los perros, o la amistad que hay entre ellos. De hecho en la mencionada entrevista Natalia dice que El Polonio permite que sus habitantes se abran y así todos conocen sus historias. La escena más fuerte de la película, en la que la protagonista cuenta exactamente por qué está ahí y se da cuenta de que cambió, de que está ganado la batalla, sucede en una sala gris, mientras ella carga su batería y su interlocutor acomoda el agua de un estanque. "Es lo que tiene de maravilloso el cine documental, vos vas y te involucrás con alguien y vas viendo la forma de encontrar la historia y se termina haciendo en conjunto. Es un ida y vuelta permanente", dice Rosenfeld.

Mientras estuvo en Cabo Polonio Garisto fue tres veces a "playear". "Se va a buscar cosas que trae el mar. Es un trabajo que queda solo en ciertos lugares: recoger lo que el mar te da. Ahí pasa muchísimo." El mar trae frutas, verduras, muebles. En su casa tiene algún recuerdo de estas crecidas pero todavía no volvió a ir a El Polonio.

Su colega sí. Regresó varias veces. "Me costó unos meses volver, y fui como turista. A mí nunca me pareció un paraíso, me da esa sensación de lo sublime, que es de placer y desplacer constantemente. Creo que no es un lugar preparado para el ser humano y se nota mucho eso. Sí, te relajás, pero viene una tormenta y tenés que enfrentarla, así se mantiene la tensión. Viene desde lo histórico, es un pueblo que nació en naufragios, luego vino la matanza de lobos marinos, esa energía de muerte está ahí. Es un lugar que te deja muy a flor de piel, o lo amás o lo odiás, o te acoge o te expulsa. Es peligroso porque te topás contigo y es contigo en el paraíso y no. Yo sentí que me recibió y me tuve que ir porque me estaba volviendo loca."

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi el documental me gustó mucho, no comparto para nada la idea de que el lugar quede representado mas allá de ser un escenario espectacular muy bien captado y hasta manipulado por sus realizadores. Desde ahí, es que me parece hasta un poco soberbio y marketinero que la película se llame ¨El Polonio¨. Ya que que las sensaciones que nos dejan los lugares son las que podemos tomar en ese momento de nuestras vidas... Y eso queda clarísimo en la entrevista con la protagonista, ella llego por algo, volvió por otra cosa y se quedó por otra distinta: La ceremonia va por dentro ... y si les molestan las referencias religiosas ... Estoy de acuerdo con Fito Paez y sus Tumbas de la Gloria.
LeoS