viernes, 18 de noviembre de 2011

Las primeras críticas posestreno


Cuánto oí hablar, antes del estreno, del documental El Polonio, que acaba de estrenarse en Buenos Aires y que estuvo compitiendo en el último festival de Mar del Plata. La co directora de esta peli no es otra que mi querida amiga Daiana Rosenfeld, que cada tanto me traía noticias de su ópera prima. Después de mucho esfuerzo llegó a las salas porteñas y marplatenses hace pocos días.

El estreno en el complejo INCAA KM0, o el viejo Gaumont, tuvo lugar en la noche del 17 de noviembre, a sala llena.
Oir hablar de una película, por más detalles que uno reciba y por más expectativas que ellos generen, no tiene ninguna relación con poder verla. Parafrasear imágenes no es equivalente, ni complementario, a verlas. Describir la obra de Robert Cappa o de Henri Cartier-Bresson a alguien que nunca ha podido verla es una pérdida de tiempo. Entonces fue que virgen de polonios me senté en el cine a verla.
Y ví ese lugar llamado Cabo Polonio, en la República Oriental del Uruguay. Un pueblo chico y atrasado desde el que brilla un faro, una luz que guía enormes barcos hacia el Sur pero que no logra guiar del todo a sus vecinos hacia sus propios destinos.

La película muestra el tiempo y las circunstancias de Natalia, una chica que buscó tranquilidad en este pueblo - que describe como un nosocomio - después de perder a su hija Trinidad, 8 años atrás. Ella no está sola en El Polonio, y de a poco la cámara se mete en su vida con naturalidad para mostrar la relación con sus amigos, con su compañero y con su perrito, Luca, que por momentos se roba la película. Pero es su historia la que justificó la estadía del equipo responsable durante dos inviernos en Cabo Polonio, sólo para ganar la confianza necesaria para retratar ese mundo sin dioses donde no hay conexiones de luz eléctrica, ni agua potable, ni gas natural, pero al que muchos van a conectarse con sus propias historias antes de que el faro se apague y se den contra las rocas.

La fotografía de la película le hace justicia a la inmensidad del lugar, que no es poco decir. Las sombras duras y largas, los colores vivos. Ese brillo que emite la arena cuando domina el paisaje y el sol brilla con mucha fuerza. Las sombras suaves de la intimidad de las casitas.

El sonido es purista y fiel al ambiente, sin más música que las olas y el viento.
Todo el documental es un retrato perfecto, una historia cerrada, redondita, que por momentos se transforma en una muestra de fotos sobre la inmensa soledad que nos rodea y en la que nos hundimos, a veces, cuando miramos por dentro. Tiene la oscuridad que tienen las cosas que valen la pena, porque la vida no es más que la sala de espera de la muerte, y el arte es la burla de esta horrenda situación.

Este enorme reportaje consigue lo que pocas películas del género consiguen, sobre todo últimamente: ser un registro fiel de una circunstancia, un lugar y un tiempo, sin perderse captar la frescura de la gente, esa mueca, ese gesto que salva a cualquier documento y a cualquier crónica del paso del tiempo. Por último, El Polonio también habilita la esperanza de que con directores así, el género documental se salve mostrando la vida de la gente anónima y el mundo real. ¿Acaso existe algo más que merezca ser documentado?

http://www.nahuelcoca.com.ar/2011/11/cronicas-de-un-nosocomio-con-vista-al.html

5 comentarios:

emimx dijo...

ya quiero ir a verla, me acabo de enterar de casualidad del estreno!! La dan en un solo cine en baires cerca del congreso, uruguay es lo +

Anónimo dijo...

Hermosa pelicula

Peta dijo...

grossa chicos, quiero mas!!!

Anónimo dijo...

Me encanto!

Anónimo dijo...

Excelente pelicula!